por Jennifer Hoffman
14 de Mayo de 2012
Cada
año escribo un mensaje especial para el día de la madre, ya que para
algunos puede ser un día muy difícil de celebrar. Espero que disfruten
del mensaje de este año.
El Día de la Madre se celebró
en muchas partes del mundo este fin de semana pasado y todos tienen una
opinión distinta de este día. Porque aquellos cuya madre ha fallecido,
pudieron haber pasado el día con tristeza o pesar. Otros se estremecen
cuando tienen que enviar una tarjeta o regalo, o pasar tiempo con su
madre, porque están enojados, resentidos y dolidos por lo que ella ha
hecho (o no ha hecho) por ellos. Otros desearían haber elegido una
madre distinta a la que tienen y hay quienes disfrutan de este día,
aprecian a su madre y están contentos de pasar tiempo con ella.
Cualquiera
que haya sido su experiencia de ‘madre’, nosotros elegimos
conscientemente a la madre que accedió a darnos la vida, plasmarnos un
ADN emocional, establecer paradigmas energéticos específicos y crear
los cimientos para lo que iba a ser nuestra lección para aprender a
amarnos a nosotros mismos. Podemos juzgar a nuestra madre por no ser lo
suficientemente buena, por no amarnos, apoyarnos o guiarnos lo
suficiente y, sin embargo, ella hizo exactamente lo que le pedimos que
hiciera dentro de nuestro contrato álmico. La madre que esperábamos
satisficiera nuestras necesidades emocionales lo hizo, pero no siempre
en la forma en que pensábamos que debía hacerlo. Más bien, ella cubrió
nuestras necesidades espirituales y para entender a nuestra madre,
tenemos que entenderla también desde esta perspectiva.
Hay
tres aspectos en la energía de la madre, físico, emocional y
espiritual. A través del aspecto físico, nuestra madre aceptó darnos a
luz para traernos al mundo. A través del aspecto emocional, ella acepta
energizar la impronta emocional de nuestro ADN y crear nuestro
paradigma de poder. A través del aspecto espiritual, tenemos nuestro
contrato álmico con ella, que de hecho establece los cimientos para los
otros dos aspectos. Al reconocer estos tres aspectos, nuestra relación
con nuestra madre empieza a adquirir nuevas dimensiones y podemos
considerarla desde una perspectiva totalmente diferente.
Parte
de nuestra labor como Trabajadores de la Luz era preparar la tierra
para las nuevas generaciones de niños y convertirnos en el tipo de
padres que ellos iban a necesitar para expresar plenamente su energía.
Lo que aprendimos de nuestras madres nos ayudó a hacer eso porque nos
hizo padres más conscientes — conscientes de la energía, sentimientos,
emociones, potencial, dolor, traición y poder. La mayoría de nosotros
tuvimos madres poderosas encerradas en vidas impotentes y nosotros
utilizamos esa experiencia ya sea para tener un mayor propósito en
nuestro uso del poder, o lo vivimos en una agonía callada, herida e
impotente por tener una madre que no nos amó, ayudó, guió o cuidó lo
suficiente de nosotros, o como nosotros pensamos que debía hacerlo.
Podemos
utilizar la celebración del Día de la Madre para atendernos a nosotros
mismos, perdonar a nuestras madres por todo, y agradecerles por las
maestras espirituales que han sido. Y luego a cuidar de nosotros mismos
de la forma en que queremos ser sustentados, apoyados, guiados y
amados, empezando con amarnos a nosotros mismos, lo que a su vez atrae a
gente cariñosa y comprensiva que nos puede llevar más allá de la
experiencia de nuestro contrato álmico con nuestra madre y nos da una
nueva experiencia de amor que podemos compartir con el mundo.
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Traducción: Margarita López
Edición: El Manantial del Caduceo