Sin la soledad, el Amor
no permanecerá mucho tiempo a tu lado.
Porque el Amor también
necesita reposo, para poder viajar por los cielos y manifestarse de otras
formas.
Sin la soledad, ninguna
planta o animal sobrevive, ninguna tierra es productiva durante mucho tiempo,
ningún niño puede aprender sobre la vida ni ningún artista consigue crear,
ningún trabajo puede crecer y transformarse.
La soledad no es la
ausencia de Amor, sino su complemento.
La soledad no es la
ausencia de compañía, sino el momento en el que nuestra alma tiene la libertad
de conversar con nosotros y ayudarnos a decidir sobre nuestras vidas.
Por tanto, benditos sean
aquellos que no temen la soledad. Que no se asustan con la propia compañía, que
no se desesperan en busca de algo con lo que ocuparse y divertirse o a lo que
juzgar.
Porque el que nunca está
solo ya no se conoce a sí mismo.
Y el que no se conoce a
sí mismo pasa a temer el vacío.
Pero el vacío no existe.
Un mundo enorme se esconde en nuestra alma, esperando a que lo descubramos.
Está ahí, con su fuerza intacta, pero es tan nuevo y tan poderoso que nos da
miedo aceptar su existencia.
Porque el hecho de
descubrir quiénes somos nos obligará a aceptar que podemos ir mucho más allá de
lo que estamos acostumbrados. Y eso nos asusta. Mejor no arriesgar tanto, ya
que siempre podemos decir: «No hice lo que tenía que hacer porque no me dejaron.»
Es más cómodo. Es más
seguro. Y, al mismo tiempo, es renunciar a la propia vida.
¡Ay de aquellos que
prefieren pasar la vida diciendo «Yo no tuve la oportunidad»!
Porque cada día que pase
se hundirán aún más en el pozo de sus propios límites, y llegará un momento en
el que ya no tendrán fuerzas para escapar de él y encontrar de nuevo la luz que
brilla en el hueco que está sobre sus cabezas.
Y benditos los que dicen:
«Yo no tengo coraje.»
Porque ésos entienden que
la culpa no es de los demás. Y tarde o temprano encontrarán la fe necesaria
para afrontar la soledad y sus misterios.
Y, para aquellos que no
se dejan asustar por la soledad que revela los misterios, todo tendrá un sabor
diferente.
En la soledad descubrirán
el amor que podría pasar desapercibido. En la soledad entenderán y respetarán
el amor que partió.
En la soledad sabrán
decidir si vale la pena pedirle que regrese, o si debe permitir que ambos sigan
un nuevo camino.
En la soledad aprenderán
que decir «no» no siempre es una falta de generosidad, y que decir «sí» no
siempre es una virtud.
Y aquellos que estáis
solos en este momento no os dejéis asustar nunca por las palabras del demonio,
que dice: «Estás perdiendo el tiempo.»
O por las palabras, aún
más poderosas, del jefe de los demonios: «No le importas a nadie.»
La Energía Divina nos
escucha cuando hablamos con los demás, pero también nos escucha cuando estamos
en silencio y aceptamos la soledad como una bendición.
Y, en ese momento, Su luz
ilumina todo lo que está a nuestro alrededor y nos hace ver lo necesarios que
somos, cómo nuestra presencia en la Tierra es decisiva para Su trabajo.
Y, cuando conseguimos esa
armonía, recibimos más de lo que pedimos.
Y aquellos que se sienten
oprimidos por la soledad deben recordar: en los momentos más importantes de la
vida siempre estaremos solos.
Como el bebé al salir del
vientre de la mujer: no importa cuántas personas estén a su alrededor, es suya
la decisión final de vivir.
Como el artista ante su
obra: para que su trabajo sea realmente bueno, tiene que estar callado y
escuchar sólo la lengua de los ángeles.
Igual que nos
encontraremos un día ante la muerte, la Dama de la Guadaña: estaremos solos en
el más importante y temido momento de nuestra existencia.
Así como el Amor es la
condición divina, la soledad es la condición humana. Y ambos conviven sin
conflictos para aquellos que entienden el milagro de la vida.
Extracto de “El
Manuscrito encontrado en Accra” Paulo Coelho