La enfermedad es, desde la perspectiva de
un sanador, un desequilibrio. Y éste es el resultado de olvidarse de quién es uno. Este olvido crea
pensamientos y acciones que conducen a una forma de vida insana y, en su momento, a la enfermedad.
En sí misma, la enfermedad es la señal de que uno está desequilibrado por haberse olvidado de
quién es. Se trata de un mensaje directo que no sólo nos dice la forma en que estamos desequilibrados, sino
que nos muestra, además, los pasos que debemos dar para volver al yo real y a la salud. Esta
información es muy específica si se sabe cómo acceder a ella con seguridad.
Por tanto, se puede entender la enfermedad
como una lección que uno se da a sí mismo para ayudarse a recordar quién es.(...)
Las afirmaciones que anteceden sólo podrán
ser entendidas por el lector de forma plena y
saludable si se acepta ya a sí mismo com
existente más allá de las dimensiones físicas del tiempo y el espacio. Sólo se pueden sentir esas
afirmaciones como amor si le incluyen a usted como una parte del todo y, por ende, como el todo. Se basan en
la idea de que individualización y plenitud son la misma cosa.
Es decir, el todo está formado a priori por
partes individuales y éstas, por tanto, no son sólo parte de aquél, sino que, como un holograma, son
realmente el todo.(...)
Nuestros científicos han presentado
abundantes evidencias que demuestran que todos estamos interconectados de forma
permanente; no somos seres separados, sino individualizados. Sólo nuestras
viejas costumbres newtonianas de pensar nos conducen a estos conceptos de separación
del todo. Sencillamente, no son verdaderos.(...)
La separación promueve miedo y victimismo;
un miedo y un victimismo que sólo cuentan con el apoyo de la ilusión de ausencia de poder. La
responsabilidad y la aceptación promueven poder desde dentro para crear la propia realidad. Así, si el lector
tuviera algo que ver inconscientemente en hacer que las cosas sean como son, tendría muchísimo que ver
con la creación de las cosas de la forma que desea que sean.
Veamos con mayor claridad el proceso
del olvido.
Cuando somos niños, los que nos rodean sólo
verifican una pequeña parte de nuestra experiencia interna. Esto crea una lucha interior entre
la propia conservación y la confirmación procedente de los demás. Durante la infancia necesitábamos
muchísima confirmación: estábamos en una fase de aprendizaje y éste se basaba en la
confirmación que nos llegaba del mundo exterior. En consecuencia, o creábamos mundos secretos de fantasía o
rechazábamos gran parte de la realidad interna no confirmada y encontrábamos la forma de
almacenarla para poderla verificar más tarde. Otra forma de explicar el proceso es que bloqueábamos y
manteníamos al margen nuestras experiencias, fueran éstas imágenes, pensamientos o sentimientos. El
bloqueo nos separaba de forma efectiva, como un muro, de
aquella parte de la experiencia, al menos
temporalmente. Nos tapiábamos para separarnos de nosotros mismos. Lo cual constituye otro modo de
decir que olvidamos quiénes somos.
Examinemos el proceso empleando la idea de
la Gestalt sobre la pared.
Cuando el lector experimenta alguna
incomodidad, lo que está experimentando es, en cierto modo, la pared que levantó entre su yo integrado
mayor y una parte de sí mismo. Esa pared sirve para contener una parte de usted en la que no
desea integrar su experiencia en tal momento. Con el tiempo, la pared se convierte en muro y
usted olvida que lo que se ha tapiado es una parte de si mismo; es decir, ha creado más olvidos.
Empieza a dar la sensación de que lo que ha quedado emparedado es algo procedente del exterior; parece que
el muro impide que salga alguna fuerza externa pavorosa. Estas paredes internas se crean a
lo largo de eones de experiencias del alma. Cuanto más tiempo permanezcan, más parecen guardar
algo que no sea el yo separado del yo. Cuanto más tiempo se mantengan, mayor sensación darán
de que crean seguridad, pero solidificarán en mayor medida la experiencia de la separación.
Extractos de “Manos que curan”- Barbara Ann
Brennan