¿Creéis que no es importante mostrar a todos
aquellos con los que os relacionáis un rostro abierto, amigable, fraternal?
Esto es la verdadera
poesía. Para ser verdaderamente poeta, no basta con escribir versos. El
verdadero poeta es aquél que crea la poesía en su propia vida, esforzándose en
introducir en ella la pureza, la luz, el amor, la alegría.
Para ayudar a los demás,
hay que empezar por presentarles, por lo menos, un rostro abierto, sonriente.
Gracias a la poesía,
amamos a los seres y buscamos en ellos algo sutil, luminoso porque necesitamos
mirar, sentir, respirar algo que nos apacigüe, que nos armonice, que nos
inspire, ¿por qué los humanos nunca se preocupan de la penosa impresión que
producen en los demás? Siguen ahí, apagados, gruñones, con los labios
apretados, las cejas fruncidas, y aunque intentan mejorar su apariencia
exterior con toda clase de trucos, su vida interior, prosaica, corriente, no
deja de transparentarse.
El mayor secreto, el
método más eficaz, es el amor, el amor que armoniza, que ilumina vuestro rostro
y todo vuestro ser interior.
Al salir, por la mañana,
de vuestra casa, pensad en saludar a todas las criaturas del mundo visible e
invisible. Y ya veréis como después, a lo largo del día, os sentiréis vivir en
la poesía porque habréis enviado vuestro amor, y desde todas las regiones del
espacio el amor retornará a vosotros multiplicado. ¡Cuántas cosas se pueden
hacer para aportar a la vida belleza y poesía! No hay que dejarse acaparar por las
preocupaciones y los asuntos materiales, sino reservar un poco de tiempo para
consagrar las energías a todas esas actividades que darán sentido a vuestra
existencia. Los humanos aún no lo han comprendido; hablan de amor, quieren ser
amados, pero permanecen cerrados, apagados... ¡prosaicos, en una palabra! No
saben como vivir esta vida poética gracias a la cual les amarán. Si fueran más
inteligentes, comprenderían hasta qué punto esta actitud es deplorable para
ellos y para los demás.
Procurad ser cada día más
vivos. Ahí está vuestra salvación y la de los demás. Y volverse más vivo,
significa dar vuestra luz y vuestro calor. Este es, en efecto el ejercicio que
debéis hacer para salir un poco de vosotros mismos, de este estado de
estancamiento tan prosaico: aprended a mantener conscientemente en vosotros
mismos un estado de poesía.
¡Es tan agradable
encontrar a alguien en quien sentir que todo esta animado, Iluminado! Se ama a
un árbol porque tiene frutos, se ama a una fuente porque de ella brota el agua
cantarina, se ama a las flores porque tienen colores y perfumes y, de igual
modo, se ama a las criaturas que se abren para dar algo claro, luminoso,
perfumado y melodioso. Aprended pues a cultivar en vosotros este estado de
irradiación, de esplendor. Acostumbraos a sonreír, a mirar con amor, a
desprender de vuestro corazón algunas partículas vivas para enviarlas a los
demás... ¡y seréis vosotros quienes os sentiréis los más felices!
Omraam Mikhaël Aïvanhov