A. Escoge la montaña que deseas subir
No te dejes llevar por los comentarios de
los demás, que dicen “ésa es más bonita”, o “aquélla es más fácil”. Vas a
gastar mucha energía y entusiasmo en alcanzar tu objetivo, y por lo tanto eres
tú el único responsable y debes estar seguro de lo que estás haciendo.
B. Sabe cómo llegar frente a ella
Muchas veces, vemos la montaña de lejos,
hermosa, interesante, llena de desafíos. Pero cuando intentamos acercarnos,
¿qué ocurre? Que está rodeada de carreteras, que entre tú y tu meta se
interponen bosques, que lo que parece claro en el mapa es difícil en la vida
real. Por ello, intenta todos los caminos, todas las sendas, hasta que por fin
un día te encuentres frente a la cima que pretendes alcanzar.
C. Aprende de quien ya caminó por allí
Por más que te consideres único, siempre
habrá alguien que tuvo el mismo sueño antes que tú, y dejó marcas que te pueden
facilitar el recorrido; lugares donde colocar la cuerda, picadas, ramas
quebradas para facilitar la marcha. La caminata es tuya, la responsabilidad
también, pero no olvides que la experiencia ajena ayuda mucho.
D. Los peligros, vistos de cerca, se pueden
controlar
Cuando empieces a subir la montaña de tus
sueños, presta atención a lo que te rodea. Hay despeñaderos, claro. Hay
hendiduras casi imperceptibles. Hay piedras tan pulidas por las tormentas que
se vuelven resbaladizas como el hielo. Pero si sabes dónde pones el pie, te
darás cuenta de los peligros y sabrás evitarlos.
E. El paisaje cambia, así que aprovéchalo
Claro que hay que tener un objetivo en
mente: llegar a lo alto. Pero a medida que se va subiendo, se pueden ver más
cosas, y no cuesta nada detenerse de vez en cuando y disfrutar un poco del
panorama alrededor. A cada metro conquistado, puedes ver un poco más lejos;
aprovecha eso para descubrir cosas de las que hasta ahora no te habías dado
cuenta.
F. Respeta tu cuerpo
Sólo consigue subir una montaña aquél que
presta a su cuerpo la atención que merece. Tú tienes todo el tiempo que te da
la vida, así que, al caminar, no te exijas más de lo que puedas dar. Si vas
demasiado deprisa, te cansarás y abandonarás a la mitad. Si lo haces demasiado
despacio, caerá la noche y estarás perdido. Aprovecha el paisaje, disfruta del
agua fresca de los manantiales y de los frutos que la naturaleza generosamente
te ofrece, pero sigue caminando.
G. Respeta tu alma
No te repitas todo el rato “voy a
conseguirlo.” Tu alma ya lo sabe. Lo que ella necesita es usar la larga
caminata para poder crecer, extenderse por el horizonte, alcanzar el cielo. De
nada sirve una obsesión para la búsqueda de un objetivo, y además termina por
echar a perder el placer de la escalada. Pero atención: tampoco te repitas “es
más difícil de lo que pensaba”, pues eso te hará perder la fuerza interior.
H. Prepárate para caminar un kilómetro más
El recorrido hasta la cima de la montaña es
siempre mayor de lo que pensabas. No te engañes, ha de llegar el momento en que
aquello que parecía cercano está aún muy lejos. Pero como estás dispuesto a
llegar hasta allí, eso no ha de ser un problema.
I. Alégrate cuando llegues a la cumbre
Llora, bate palmas, grita a los cuatro
vientos que lo has conseguido, deja que el viento allá en lo alto (porque allá
en la cima siempre hace viento) purifique tu mente, refresca tus pies sudados y
cansados, abre los ojos, limpia el polvo de tu corazón. Piensa que lo que antes
era apenas un sueño, una visión lejana, es ahora parte de tu vida. Lo
conseguiste.
J. Haz una promesa
Aprovecha que has descubierto una fuerza
que ni siquiera conocías, y dite a ti mismo que a partir de ahora, y durante el
resto de tus días, la vas a utilizar. Y, si es posible, promete también
descubrir otra montaña, y parte en una nueva aventura.
K. Cuenta tu historia
Sí, cuenta tu historia. Ofrece tu ejemplo.
Di a todos que es posible, y así otras personas sentirán el valor para
enfrentarse a sus propias montañas
Paulo Coelho
http://www.warriorofthelight.com/espa/index.html