Tenemos un cuerpo físico cuyas partículas
se renuevan cada siete años. Evidentemente, podemos preguntamos: ya que se
produce esta renovación, ¿por qué tenemos las mismas malas costumbres, las
mismas debilidades, las mismas enfermedades? Pues porque las nuevas partículas reciben
la influencia de las huellas grabadas en la materia viva de nuestro ser, y se
ven obligadas a obedecer las viejas directrices. Por eso las nuevas partículas
no llegan a cambiar nuestro temperamento, a eliminar nuestras
debilidades.Podemos comparar este fenómeno al funcionamiento de una
administración o de una fábrica. De vez en cuando, debido a enfermedades, a la
vejez o a un fallecimiento, se ven obligados a reemplazar algunos miembros del
personal y llaman a nuevos empleados, más jóvenes y más vigorosos. Pero en lo
que respecta al trabajo, tienen que conformarse con lo que hacían los empleados
que les precedieron. Así pues, aunque las personas sean nuevas, sus ocupaciones
son las mismas. Igual ocurre con las nuevas partículas que recibimos a través
de nuestras diferentes actividades: nutrición, respiración, reflexión,
sensación, etc... Por eso, si queremos que estas nuevas partículas sean
verdaderamente renovadoras y produzcan efectos positivos, hay que darles otra
orientación, imprimirles otro sello; ya os he mostrado algunos ejercicios para
lograrlo.
En realidad, el método más eficaz para
renovar la materia de vuestro organismo, consiste en saber trabajar con el sol;
os explicaré como. Todas las mañanas estáis ante el sol que envía por todas
partes al espacio partículas luminosas de una gran pureza. ¿Qué os impide
concentraros para arrojar de vuestro ser físico y psíquico las viejas
partículas usadas, apagadas, enfermas y reemplazarlas por esas nuevas
partículas que vienen del sol? Este es un ejercicio de los más útiles que
podéis hacer a la salida del sol: con vuestro pensamiento, vuestra imaginación,
intentad tomar partículas divinas e introducidlas en vosotros... De esta forma,
poco a poco iréis regenerando la materia de vuestro ser; gracias al sol,
pensaréis y actuaréis como un hijo de Dios. La enfermedad no es otra cosa que
una acumulación en el organismo de materias extrañas, y para curaros, debéis
expulsadas. Este es el verdadero concepto de la salud: ¡la limpieza! Si es tan importante
el saber recoger, por la mañana, las partículas que nos aporta el sol, es
porque son las únicas que no producirán en nosotros ninguna aglomeración,
ninguna impureza. Todo lo que coméis, bebéis, respiráis, deja siempre algún
residuo, fatalmente. Sólo los rayos del sol están hechos de una materia que no
deja residuos. Por eso tenemos que aprender a nutrirnos con este elemento
superior que es la luz.
Esto es algo nuevo. Los humanos están
habituados a nutrirse solamente con alimentos sólidos, líquidos o gaseosos,
pero ¿qué hacen con el cuarto elemento, el fuego, la luz? Poca cosa o nada. No
saben alimentarse de luz, la cual sin embargo les es más necesaria que el aire.
El hombre necesita alimentarse de luz para
nutrir su cerebro. ¡El cerebro también quiere comer!... Y la luz es su alimento:
ésta despierta en el hombre las facultades que permiten al hombre penetrar en
elmundo espiritual. Mientras el hombre se contente con alimentar el cerebro de
partículas sólidas,líquidas o gaseosas, que no son las que necesita, estará muy
limitado en su comprensión. Comprenderá quizá las cosas de la tierra, pero los
misterios del universo se le escaparán...
Extractos de “Hacia una Civilizaciòn Solar”
Omraam Mikhaël Aïvanhov