EL
PEQUEÑO MANANTIAL
Una terrible sequìa habìa atacado la regiòn.La hierba se habia secado. Los àrboles mas fràgiles se habìan muerto. Ni siquiera una gota de agua llovìa del cielo y las maṅanas se presentaban a la tierra sin la fugaz frescura del rocìo. Miles de animales pequeṅos y grandes estaban muriendo. Pocos tenìan la fuerza de escapar al desierto que devoraba cada cosa. La sequìa era cada dìa peor. Hasta los fuertes, viejos arboles, que ahondaban sus raìces en las profundidades de la tierra, habìan perdido sus hojas. Todas las fuentes y los manantiales estaban agotados. Arroyos y rìos estaban secos.
Solo una pequeṅa flor habìa quedado viva, porque un pequeṅisimo manantial le daba todavìa un par de gotas de agua. Pero el manantial se desesperaba:” todo està seco, sediento y muere y yo no puedo hacer nada. Que sentido tienen mis dos gotas de agua?”
Cerca habìa un viejo, robusto àrbol. Escuchò el lamento y antes de morir le dice: “nadie espera que tu hagas reverdecer todo el desierto. Tu trabajo consiste en tener viva la pequeṅa flor. Nada màs”
“LO IMPORTANTE NO ES LO QUE HACEMOS, SINO CUANTO AMOR PONEMOS EN LO QUE HACEMOS,
ES NECESARIO HACER PEQUEṄAS COSAS CON GRAN AMOR”
Madre Teresa de Calcuta
Ediciòn *Sendero de Luz* El Portal del Alma
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