Nada más sencillo que
eso. La Historia de la Vida.
Salud: éxito y felicidad,
y un auténtico servicio al prójimo, servir a nuestra manera a través del amor
en una completa libertad.
Venimos al mundo con el conocimiento del
cuadro que debemos pintar y hemos trazado ya el camino a través de nuestra
vida. Todo los que nos queda por hacer es darle forma. Recorremos nuestro camino llenos de alegría e
interés, y concentramos toda nuestra atención en el perfeccionamiento de ese
cuadro, poniendo en práctica, lo mejor que podemos, nuestros pensamientos y
objetivos en la vida física del entorno que hemos elegido.
Si desde el principio hasta el final
perseguimos nuestros ideales con todas las fuerzas que poseemos, si aspiramos a
que nuestros deseos se hagan realidad, entonces no existe el fracaso sino más
bien, al contrario, nuestra vida se hace marcadamente exitosa, sana y
afortunada.
Enfermedad: la reacción
de la injerencia. Es un fracaso e infelicidad transitoria que se establece en
nuestras vidas cuando permitimos que otros se inmiscuyan en el sentido de
nuestra existencia sembrando la duda, el miedo o la indiferencia.
La salud depende de que estemos en armonía con
nuestra alma.
Es de esencial
importancia el que entendamos el verdadero significado de salud y enfermedad.
La salud es nuestra herencia, nuestro derecho. Salud es la unidad completa del
alma, cuerpo y espíritu, y eso no es
tan difícil de conseguir, ni tampoco es un ideal que nos quede tan lejos sino,
más bien, algo que puede ser logrado sin mucho esfuerzo y de manera natural.
Todos los objetos terrenales no son otra cosa
que la interpretación de objetos espirituales. Incluso detrás del
acontecimiento más insignificante se esconde una finalidad divina. Cada uno de
nosotros tiene una misión divina en este mundo, y nuestras almas utilizan
nuestro espíritu y nuestro cuerpo como instrumentos para poder llevar a cabo
este objetivo, de tal manera que cuando estos tres aspectos funcionan en mutua
armonía, la consecuencia es entonces la salud total y la felicidad absoluta.
Venimos al mundo
con una completa consciencia de nuestra especial tarea. Nos sabemos nacidos con
el inimaginable privilegio de que todas nuestras luchas han sido ganadas antes
de que las hayamos comenzado, de que la victoria nos es cierta antes de que se
haya establecido la prueba, porque sabemos que nosotros somos hijos de Dios y
que, por lo tanto, somos divinos e invencibles. Con esta revelación, la vida es
una pura alegría. Podemos considerar todas las duras y difíciles experiencias
de la vida como una aventura, ya que no debemos hacer otra cosa que reconocer
nuestro poder, defender sinceramente nuestra divinidad, y entonces las
dificultades se esfumarán como la niebla ante los rayos del sol. De hecho, Dios
da a sus hijos la soberanía sobre todas las cosas.
Si sólo le prestamos atención a ellas,
nuestras almas nos conducirán en cada ocasión y en cada situación difícil. Y
cuando el espíritu y el cuerpo hayan sido guiados, marcharán por la vida
irradiando felicidad y salud, tan libres de preocupaciones y responsabilidades
como un pequeño y confiado niño.
Nuestras almas son perfectas. Somos hijos de Dios,
y todo lo que nuestra
alma nos obliga a hacer es por nuestro bien.
alma nos obliga a hacer es por nuestro bien.
Por esta razón, la salud
es el reconocimiento más cierto de lo que somos. Nosotros somos perfectos,
somos los hijos de Dios. No tenemos que aspirar a lo que ya hemos alcanzado.
Estamos en este mundo únicamente para manifestar la perfección en su forma
material con la que estamos bendecidos desde el comienzo de los tiempos. Salud
significa obedecer las órdenes de nuestra alma, ser confiados como un niño
pequeño, mantener el intelecto a raya con sus argumentos lógicos (el árbol de
la sabiduría de lo bueno y de lo malo), con sus pros y sus contras, con sus
miedos preconcebidos. Salud significa ignorar lo convencional, las
imaginaciones banales, así como las órdenes de otras personas con el fin de que
podamos ir por la vida inalterados, indemnes y libres para poder así servir a
nuestros semejantes.
Podemos medir nuestra salud según nuestra
felicidad, y nuestra felicidad refleja la obediencia a nuestra alma. No es
necesario ser un monje o una monja, o aislarse del mundo. El mundo está ahí
precisamente para que lo disfrutemos y para que le sirvamos. Y sólo sirviéndole
motivados por el amor y la felicidad, podremos ser útiles de verdad y dar lo
mejor de nosotros. Cuando se hace algo por obligación, quizás hasta con un
sentimiento de enojo o de impaciencia, el trabajo realizado no vale nada, siendo el despilfarro de un
tiempo muy valioso que podríamos dedicar a uno de nuestros semejantes que
realmente necesitase nuestra ayuda.
Si seguimos nuestros propios instintos, nuestros
deseos, nuestros pensamientos, nuestras necesidades... entonces no deberíamos
conocer otra cosa más que alegría y salud.
Escuchar la voz de nuestra alma no es ningún
objetivo imposible. Siempre que estemos dispuestos a reconocerlo, resultará muy
fácil. La sencillez es la palabra clave de toda creación.
Nuestra alma (suave y delicada voz, la propia
voz de Dios), nos habla a través de nuestra intuición, nuestros instintos,
nuestros deseos, ideales, nuestras preferencias y desafectos habituales…
La enfermedad es la
consecuencia de la resistencia de la personalidad frente al liderazgo del alma
que se manifiesta corporalmente. La enfermedad se presenta cuando hacemos oídos
sordos a la voz “suave y delicada” y
olvidamos la divinidad que hay en nosotros, o cuando intentamos imponer a otros
nuestros deseos o permitimos que sus propuestas, ideas y órdenes nos influyan.
Si permitimos que otros se inmiscuyan en nuestra
vida, entonces ya no podremos oír las órdenes de nuestra alma conduciéndonos a
la desarmonía y a la enfermedad. El momento en que el pensamiento de otra
persona irrumpe en nuestro espíritu nos desvía de nuestro verdadero rumbo.
Con nuestro nacimiento, Dios nos otorgó el
privilegio de una individualidad única. Nos confió una tarea especial que sólo
cada uno de nosotros podemos hacer. Él indicó a cada persona el camino propio
que debe seguir sin que haya nada que le obstaculice. Por lo tanto, queremos
estar pendientes para no permitir
ninguna intromisión por parte de otros y, lo que quizás es aún más importante,
que no nos inmiscuyamos bajo ningún concepto en la vida de los otros. Ahí
reside la verdadera salud, el verdadero servicio al prójimo y la realización
del sentido de nuestra vida.
El cuerpo refleja los
verdaderos motivos de la enfermedad, tales como el miedo, indecisión, dudas, etc.,
a través del desorden de sus sistemas y tejidos.
Por este motivo, la enfermedad es la
consecuencia de distorsiones e intromisiones al irrumpir en la vida de otro o
permitir que otros lo hagan en la nuestra.
Todo lo que tenemos que hacer es salvaguardar
nuestra personalidad, vivir nuestra propia vida, ser el capitán de nuestro
propio barco, y así todo saldrá bien.
En nosotros existen
importantes características, a través de las que nos vamos perfeccionando poco
a poco, concentrándonos posiblemente en una o dos a la vez. Son aquellas
características que en la vida terrenal de todos los grandes maestros que ha
habido de tiempo en tiempo se han puesto de manifiesto para enseñarnos y
ayudarnos a reconocer lo sencillo que es superar todas nuestras dificultades.
Éstas son las siguientes
posibilidades: Amor/Simpatía. Indulgencia/Fuerza. Sabiduría/Perdón. Paz/Firmeza. Comprensiòn/Tolerancia. Valor/Alegrìa
Y al igual que existen esas
cualidades, esos pasos hacia la perfección, también se dan obstáculos o
impedimentos que tienen la finalidad de fortalecernos en nuestro destino y en
nuestra constancia.
Las siguientes son las
verdaderas causas de la enfermedad: Inhibición. Indiferencia. Ignorancia. Miedo. Debilidad. Impaciencia. Intranquilidad. Duda. Temor. Indecisiòn. Entusiasmo exagerado. Aflicciòn.
Si permitimos el libre
acceso a todos esos impedimentos, éstos se reflejarán en nuestro cuerpo,
originando lo que llamamos enfermedad.
Una vez que hayamos
reconocido nuestra divinidad, se hace todo mucho más sencillo.
Al comienzo, Dios dio al
hombre el dominio sobre todas las cosas. El hombre, la criatura del Creador,
tiene un motivo tan profundo para su desarmonía como la ráfaga del aire que
entra por una ventana abierta, “Nuestros
errores no se fundamentan en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos”, y
qué agradecidos y llenos de esperanza estaremos cuando seamos capaces de
reconocer que la curación también se encuentra en nosotros mismos. Cuando
apartemos de nosotros la desarmonía, el miedo, el temor o la indecisión, se
restablecerá la armonía entre el alma y el espíritu, y el cuerpo recuperará la
perfección en todas sus partes.
Independientemente de la enfermedad que
padezcamos, sea cual sea el resultado de esa desarmonía, podemos estar seguros
de que la sanación reside en el ámbito de nuestras posibilidades, ya que
nuestra alma nunca exige de nosotros más de lo que podemos realizar sin
esfuerzo.
Cada uno de nosotros es un sanador, porque
cada uno experimenta en su corazón amor por alguna cosa: por nuestros
semejantes, por los animales, la naturaleza o la belleza en alguna de sus
manifestaciones.
Y cualquiera de nosotros quiere conservar ese amor y contribuir a que sea cada vez mayor. Cada uno de nosotros también siente compasión por aquellos que sufren. Esta compasión es totalmente natural porque todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, hemos padecido. Por este motivo, no sólo nos podemos sanar a nosotros mismos, sino que también tenemos el privilegio de encontrarnos en situación de ayudar a sanar a nuestros semejantes, siendo los únicos requisitos para todo esto el amor y la compasión.
Y cualquiera de nosotros quiere conservar ese amor y contribuir a que sea cada vez mayor. Cada uno de nosotros también siente compasión por aquellos que sufren. Esta compasión es totalmente natural porque todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, hemos padecido. Por este motivo, no sólo nos podemos sanar a nosotros mismos, sino que también tenemos el privilegio de encontrarnos en situación de ayudar a sanar a nuestros semejantes, siendo los únicos requisitos para todo esto el amor y la compasión.
Nosotros, como hijos del Creador, llevamos la
perfección en nosotros mismos y venimos al mundo con el fin de reconocer
nuestra divinidad. Por esta razón, todos los exámenes y experiencias de la vida
no pueden hacer nada contra nosotros, ya que con la ayuda de este poder divino
todo es posible…
La Verdadera naturaleza
de la enfermedad.
En la verdadera curación
no tiene ningún significado la naturaleza ni el nombre de la enfermedad física.
La enfermedad del cuerpo, en sí misma, no es otra cosa más que el resultado de
la desarmonía entre el alma y el espíritu. Representa sólo un síntoma de la
verdadera causa y, dado que la misma causa se manifiesta de manera diferente
casi en cada uno de nosotros, debemos intentar apartar la causa, desapareciendo
automáticamente las consecuencias, cualesquiera que éstas fueran…
Durante demasiado tiempo
hemos culpado a los agentes patógenos, resistentes a la alimentación y los
hemos considerado como las causas de las enfermedades…
Nada en la naturaleza nos
puede dañar si somos felices y armónicos, ya que precisamente para todo lo
contrario está ahí la Naturaleza: para nuestro beneficio y disfrute. Sólo
cuando permitimos que la duda y la depresión, la indecisión o el miedo crezca
en nosotros, somos susceptibles ante las influencias externas…
Cada enfermedad, sea todo
lo grave que se quiera, puede ser curada siempre que se recupere la felicidad
del paciente y éste desarrolle el deseo de retomar la obra de su vida.
Con frecuencia se necesita para ello una transformación mínima en su estilo de vida, cualquier idea fija insignificante que le hace intolerante frente a los demás, cualquier responsabilidad falsa que le esclaviza cuando podría hacer algo bueno. Existen siete maravillosos estadios en la curación de la enfermedad y son los siguientes:
Con frecuencia se necesita para ello una transformación mínima en su estilo de vida, cualquier idea fija insignificante que le hace intolerante frente a los demás, cualquier responsabilidad falsa que le esclaviza cuando podría hacer algo bueno. Existen siete maravillosos estadios en la curación de la enfermedad y son los siguientes:
Paz. Esperanza.
Alegría. Confianza. Certeza.
Sabiduría. Amor.
Para que nosotros mismos
seamos libres, debemos dar libertad a los demás.
La meta última de la
humanidad es la perfección, y para alcanzar ese estado el hombre debe aprender
a caminar ileso por entre las diferentes experiencias de la vida. Debe
enfrentarse a todos los obstáculos y tentaciones sin permitir ser apartado de
su camino. Si lo consigue, se verá libre de todas las dificultades, injusticias
y padecimientos de la vida. Esa persona ha almacenado en su alma el amor
perfecto, la sabiduría, el valor, la tolerancia y la comprensión que son el
resultado de saber y ver todo, ya que el maestro perfecto es aquel que ha
vivido todas las experiencias.
Nosotros podemos hacer de ese viaje por la vida
una breve y satisfactoria experiencia cuando re conocemos que la libertad de
servidumbre sólo se consigue si damos libertad a los demás. Seremos libres
cuando demos libertad a los demás, ya que sólo podemos aprender a través de
nuestro buen ejemplo, es decir, dando libertad a todas aquellas personas que
tienen que ver con nosotros. Cuando demos libertad a cada ser vivo y a todos
los que están a nuestro alrededor, entonces seremos nosotros libres. Si
comprobamos que no intentamos controlar o manejar la vida del otro hasta en el
más mínimo detalle, entonces nos daremos cuenta de que la intromisión ha
desaparecido de nuestras vidas, porque son precisamente aquellas personas a las
que tenemos maniatadas las que nos esclavizan…
Todos nosotros somos
sanadores y, con nuestro amor y compasión, estamos en circunstancias para
ayudar a aquellas personas que realmente quieren sanar. Busque el conflicto
espiritual del paciente que se esconde tras la enfermedad, déle el remedio que
le ayudará a superar ese defecto y todas las esperanzas y estímulos que le
pueda entregar, y la fuerza curativa en él hará el resto.
Extractos del libro “Los
Remedios Florales" Edward Bach- Escritos y Conferencias
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